Axel Ovalle / Opinión /
Entre puestos de verdura y fruta, sobre todo en el de artesanías, vemos al guatemalteco trabajador vendiendo su producto a un costo más bajo que el de producción.
En Guatemala, regatear es parte de la cultura desde hace mucho tiempo que hoy es tomado como un proceso habitual de compras. Pero, ¿Qué clase de cultura es esa? ¿Por qué se considera el regatear como una cualidad de un buen comprador? ¿Es que la mano de obra está menospreciada?
Los guatemaltecos, me incluyo, solemos ir a los mercados en busca de un recuerdito con precio no mayor al que nos salió el paseo, sin tomar en cuenta la ardua labor, el precio del material y el tiempo de fabricación con que se realizaron cada uno de los productos artesanales; habitualmente son objetos decorativos o de uso común.
¿Será que es porque somos ahorrativos o es solo que buscamos sacarle provecho a la situación? Regateamos todo lo que nos ofrecen que tenga precio, eso sí, porque si no lo tiene lo pedimos regalado.
Cada vez que pensemos en regatear un producto tengamos en cuenta aspectos como que el sector artesanal guatemalteco está conformado por aproximadamente un millón de artesanos productores -en su mayoría indígenas- dispersos en los 22 departamentos de la República, con mayor concentración en la zona occidental y central del país, esto ha permitido que las exportaciones al 2013 alcanzaran los $ 57, 319,500.00 exportados previendo un crecimiento de un 05% para el siguiente año.
A nivel internacional las artesanías guatemaltecas cuentan con un gran reconocimiento y valoración por ser productos que manifiestan la diversidad cultural de una sociedad, lo que ha permitido al sector convertirse en un atractivo mercado con potencial de crecimiento. Es por eso y muchos aspectos más que debemos apreciar este tipo de oficios que para muchas personas son un término medio entre el diseño y el arte.
Si las artesanías son consideradas como arte, y el arte al manifestarse creativamente con la cultura misma como material es capaz de provocar cambios, modificaciones o hacer aceptables sentidos culturales no existentes anteriormente. Por lo tanto, es posible que la producción de artesanías se convierta en agente de cambio.
Entonces, si decidimos regatearle a un artesano, no estamos menospreciando el producto sino también le estamos quitamos un gran valor cultural, ya que la cultura es una especie de tejido social que abarca las distintas formas y expresiones de una sociedad determinada.
Por lo tanto, regatear no es una cultura sino deformar la cultura, por ende nuestra identidad. Es lamentable ver cómo los extranjeros se interesan más por el arte de nuestro país que los propios guatemaltecos quienes se quejan del costo de las artesanías, los lienzos al óleo, los suéteres tejidos, una maceta de barro y otros, sin ver la gran labor que deben realizar estos profesionales y el gran aporte cultural y económico al país.