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Axel Ovalle / Opinión /

Hace dos años que viajo por distintos universos y mundos, ya sea volando, navegando, cabalgando, e incluso teletransportándome; con ello, he logrado conocer un sinfín de lugares y a muchas personas poco convencionales. Todo esto habitando en el interior de los libros.

Los libros son un regalo del ser humano que ayudan a comprenderlo y conocerlo, formados por estructuras que materializan ideas e historias estampándolas en hojas de papel que se unen por un borde. Los libros son sorprendentes. Su textura, el olor que emanan, el grosor de sus hojas, y el acabado, abrigan miles de palabras en frases y párrafos que narran las más notables crónicas que se han podido soñar.

Desde la antigüedad, hasta hoy en día, llegaron junto con el hombre y el pensamiento. Los libros nos acompañan mientras avanzamos, muchos pasando inadvertidos, pero otros no podemos dejarlos atrás. Son ciudades, mundos y dimensiones que contienen sociedades, comunidades, personas y héroes, en los que florecen verdades escondidas o mentiras disfrazadas entre historias, leyendas, y mitos.

Lamentablemente, los libros se encuentran al alcance de muy pocos, siendo tesoros que por más que estén servidos en bandeja de plata no cualquiera se esfuerza en levantar la tapa.

También hay quienes se les ha privado el descubrimiento de los libros: “En Guatemala un 17.46% de la población se encuentra en condiciones de analfabetismo siendo sorprendente que sea el país con el grado más alto en Centroamérica. El problema se concentra, sobre todo, en las zonas rurales y urbanas marginales”, se explica en cpr-urbana.blogspot.com. “Las estadísticas son importantes para poder conocer dónde estamos exactamente y saber cómo mejorar. En Guatemala no hay estadísticas de cuántos libros se publican o de los niveles de lectura de la población”, declara Irene Piedra Santa, presidenta de la Gremial de Editores de Guatemala.

Dentro de las pocas bibliotecas que hay en Guatemala se encuentra la Biblioteca Nacional “Luis Cardoza y Aragón”, ubicada en la 5ta avenida y 8va calle de la zona 1 de la ciudad capital. Entre los títulos que posee, la mayoría se repiten de 4 a 5 veces, es decir, poca fuente bibliográfica y repetición de obras aunando a ello las condiciones precarias en las que se encuentra el edificio que hacen poco accesible y llamativo la visita a la misma.

¿Quién va a comprar un libro cuando se está muriendo de hambre?

¿Quién leerá un libro cuando a sus 10 años de edad está en un semáforo pidiendo dinero?

¿Quién se sentará a escuchar una historia sin prestarle atención al celular?

Comprar libros nuevos es costoso por lo que la mayoría de personas opta por fotocopiarlos -para economizar – constituyendo un delito en contra de la ley que defiende los Derechos de Autor. Siendo los libros tan escasos, en la mayoría de las bibliotecas no los prestan y se convierten, única y exclusivamente, en un depósito de libros a los que los usuarios no tienen acceso y, mucho menos, el derecho a tomarlos por un tiempo. He oído decir muchas veces que en Guatemala se lee pero no se comprende, la mayoría no analiza, solo memoriza.

Hay quienes tienen las posibilidades de abrir un tomo, pero ven a la lectura como algo que no se puede disfrutar. No leen por entretenerse, adquirir conocimientos y descubrir al mundo entre las letras, leen para salir de asignaciones, o acabar pronto con su tarea. Son tantos factores los que han privado a esta sociedad del más grande placer y sus incontables beneficios.

La lectura privilegia más que todo a nuestra mente ya que ayuda a contribuir al desarrollo de una adecuada ortografía, mejora la redacción, proporciona conocimiento y mejora el acervo cultural; nos dona una capacidad de análisis superior, y nos enseña que la soledad y el silencio nunca son un sentimiento amargo.

Comparto lo que el señor Jesús Lau, Director de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de la Universidad de Veracruz, México, dijo en una presentación: “Las bibliotecas tienen una importancia estratégica, sobre todo en países que tienen un cierto desarrollo socioeconómico, en otras palabras, que tienen un cierto desarrollo de su capital humano. Y las bibliotecas registran una mayor importancia en instituciones educativas. Las bibliotecas equivalen a la memoria del ser humano”.

Si tan solo se apoyaran más los proyectos culturales que fomentan la lectura, si hubiesen más parques en donde leer, si la biblioteca nacional fuera reforzada o las bibliotecas privadas permitieran todo tipo de visitantes y si hubiesen fieles lectores que compartieran las historias de los libros en las calles o si regalaran libros estando dispuestos a promover la lectura, tal vez la cultura tomaría una perspectiva distinta ante la mayoría de la población.

Entre los deseos de promover el acceso al conocimiento en comunidades urbanas marginales y rurales de Guatemala, se encuentra la Red de Bibliotecas Comunitarias, con nueve bibliotecas en diferentes espacios, las que son sostenidas por donaciones y apoyo voluntario. Algunas bibliotecas comunitarias cuentan con guarderías, institutos de educación básica, y servicios de agua potable, pero carecen de protección y electricidad. El ministerio de Cultura y Deportes, el Club Rotaract Las Américas y la editorial Artemis Edinter, apoyan y desarrollan actividades para exhortar a los guatemaltecos a donar libros que estén en buen estado a la Biblioteca Nacional “Luis Cardoza y Aragón”. El año pasado consiguieron 15,000 títulos nuevos. En el año 2000, la Gremial de Editores de Guatemala –GEG-, impulsa la iniciativa de organizar un proyecto que ejerciera en el desarrollo de la cultura de la sociedad, por lo que fundó la I Feria Internacional del libro en Guatemala –Filgua- con carácter bienal, una feria que promueve la exhibición de libros centroamericanos, realiza encuentro de escritores y franjas de actividades culturales; a partir de 2008 es anual.

Es importante mencionar que el 23 de abril de cada año se celebra el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor, establecido por el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco), y el 30 de septiembre se celebra el Día del Bibliotecario.

No cataloguemos a los libros de aburridos, pesados y sin ningún tema de interés que nos atraiga; compartamos la magia y la compañía que puede hallarse en ellos; seamos una sociedad a la que le interese el aprendizaje, la cultura y la educación; apoyemos iniciativas, reforcemos las bibliotecas comunitarias y nacionales, seamos nosotros quienes reconstruyamos al país usando libros en vez de ladrillos, situemos al conocimiento como un bien compartido y a las letras como un arma que nunca envejece.

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