María Fernanda Sandoval / Opinión /
Antes que nada respetable señor, permítame disculparme por hacer pública esta respuesta tan lejana al comentario que la origina. Comprenderá que dentro mis deberes de estudiante, me queda poco tiempo para dirigirme de la forma correcta ante gente tan destacada en nuestro país. Sin embargo, aunque ya no esté en tiempo, lo creo necesario ya que la presente respuesta nació justo dentro de una plática de estudiantes del Derecho (futuras colegas) y se retomó semanas después dentro de una cátedra de análisis de género.
El día siguiente de escuchar sus respuestas por televisión, nosotras como todos los lunes, discutimos los planes de los presidenciables. Es la primera vez que votaremos así que comprenderá nuestra emoción. Confío en que también pueda comprender lo que generó en nosotras el saber que aún existen personajes públicos que tomen como razonable un discurso patriarcal y de exclusión.
Le contaré un poco de nosotras: como ya he mencionado somos estudiantes universitarias y en relación a nuestra forma de ver el mundo, me siento en la necesidad de informarle que muchas de nosotras –por favor no se alarme- ni siquiera tiene dentro de sus planes a largo y mediano plazo el casarse y tener hijos. La mayoría, en cambio, tenemos en común el deseo de superarnos profesionalmente; de graduarnos pronto de abogadas y notarias, de médicos, de economistas, de ingenieras, de periodistas, de arquitectas, de odontólogas y de todas esas prestigiosas academias a las que día a día luchamos por pertenecer. Deseamos salir a la calle y desarrollarnos, buscar un cambio para este país. Incluso algunas jóvenes mujeres ya se están abriendo paso dentro de la política, porque Señor, nosotras también deseamos un cambio y tenemos propuestas viables para lograrlo. Porque somos producto de que nuestros padres y maestros hayan puesto esperanza en muchas de nosotras y nos hayan formado, capaces de conseguir esa transformación que deseamos.
Por ello comprenderá, que sería muy desdichado que todas esas ansias de lucha y urgencia de cambio se vieran estancadas por nuestro “papel de mujeres” y nuestro rol en lo privado, por la supuesta necesidad de vernos siempre en casa, cuidando a nuestros bebés, limpiando las habitaciones y preparando el almuerzo.
Usted que es tan estudiado y ha leído tanto sabrá que el llegar a obtener un título universitario en este país -donde menos del 10% cuenta con esa oportunidad- es difícil, se exige tanto a los varoncitos como a las mujercitas devolver lo aprendido y la fortuna recibida como funcionarias y funcionarios públicos, como educadoras y educadores o como trabajadoras y trabajadores honrados.
Además, con todo el respeto que usted se merece, permítame recalcar señor que su argumento no es nada nuevo, como tampoco es novedad la lucha de igualdad en oportunidad para las mujeres (iniciada desde 1789) que busca posicionar en el colectivo social que tanto hombres y mujeres tienen las mismas capacidades. Ha sido larga la batalla para desvincular a la mujer de los roles tan cómodamente asignados, en los que se les empuja al ámbito privado, para que el varoncito pueda desarrollar un ámbito público, un rol productivo y más reconocido, más importante para la sociedad.
O puede ser mía la equivocación señor y su comentario no fue referido a nosotras, las estudiantes y profesionales. Puede que su comentario solamente estuviera dirigido a esos sectores en la sociedad que -como ha mencionado- ahora inicia a conocer a través de su campaña presidencial. Déjeme entonces debatirle un poco y mencionarle que desde mi experiencia, que tampoco ha sido una larga trayectoria, son muy pocas las mujeres que siguen vistiendo delantal. Claro que sí, es útil para las virtuosas señoras de los mercados, de los comedores y las tiendas, que necesitan de esta prenda para guardar el “sencillo” para “despachar a tiempo”, pero sabrá darse cuenta que no entran dentro de los esquemas que ha planteado, pues no están en su casa, si no ganándose el pan de todos los días, en el ámbito público, en el trabajo, luchando por ser mejores y por tener más oportunidades.
Por supuesto que con mi respuesta no pretendo generalizar ni decir que una mujer solo es buena y honorable cuando trabaja fuera de casa ni que si se queda encerrada no logrará darle un buen ejemplo a sus hijos; solo lograría hacer a las mujeres, una vez más, las culpables de lo mal que va nuestra sociedad.
Prefiero incentivar a que como sociedad aceptemos que no existe ninguna acción en concreto que “deba” realizar la mujer. Que somos seres libres de hacer con nuestra vida lo que queremos, siempre que no dañemos a nadie en nuestra acción, independientemente si somos mujeres u hombres. Pretender controlarlo o generalizar conductas y establecer cómo deberíamos comportarnos en base a nuestro sexo, separándonos entre hombres y mujeres está casi tan fuera de la razón como generalizar en que todas las personas con sobrepeso están “gorditas” porque comen abundantemente, o que todos los viejitos ya no sirven para mucho y deberían quedarse guardaditos en su casa, sin molestar.
Atentamente, permítame despojarme del diminutivo,
Una mujer.