Daniela Archila/ Colaboración/

Qué difícil como mujer, hablar de mujeres. Qué difícil ser mujer y escribir, cantar, bailar, enseñar y hablar sobre temas y derechos de la mujer. Es bastante complicado hablar de “el sexo débil” sobre todo en un país donde personas sin ovarios deciden sobre lo que es conveniente para quienes sí los tenemos, un país en donde nos obligan a llevar seres en nuestro vientre aunque  no tengamos recursos suficientes para mantenerlos vivos o peor aún, cuando los mismos son producto de una violación porque claro, nosotras tenemos la culpa de ser violadas.

No podemos visualizarnos únicamente como seres humanos, pretender que existen solo 2  géneros, hombre o mujer, como si se hablara de algún tipo de domesticación donde se debe ser uno o el otro para seguir un patrón de actitudes, para definir qué categoría de igualdad y respeto tendremos, que no nacen de tu personalidad ni de tu naturaleza al nacer.

Actitudes impuestas para agradar a la vista y creencias de los demás.

Sufrir de acoso sexual en la calle o violencia familiar es ante la sociedad un hecho normal cuando es realmente preocupante que seamos culpadas por el mismo, que la única manera de sentirnos seguras sea escondiéndonos. Ante todo lo que sufrimos tenemos la culpa porque nuestra vestimenta no es apropiada según la sociedad. Tenemos la culpa por exteriorizar nuestros pensamientos, por no ser reprimidas y por tener sueños, por ser artistas, por ser gobernantes, por ser maestras, por ser empresarias o sencillamente por ser mujeres.

Sociedad racista en la cual tener un par de senos es lo mismo que ser una persona de color, tener una religión distinta o ser homosexual; donde todos estamos destinados a no tener respeto y luchar constantemente contra los ataques de la sociedad, ser blancos de la guerra y ser agredidos incluso por nuestro propio sistema.

Las mujeres no somos pertenencia de nadie. Amar es libertad y puedo salir a la calle vestida como se me dé la gana, sola o acompañada porque mi cuerpo me pertenece y puedo tomar las decisiones que quiera sobre él esperando que las mismas sean respetadas. No quiero ser un juguete sexual, que mi pureza no sea chantajeada y poder tener sexo por placer y no por complacer.

Ya no quiero tener miedo, quiero dejar de estar de luto. No quiero ser una mujer asesinada más. Quiero que se respete mi libre expresión de cualquier manera en la que sea representada. Quiero soñar, quiero tener un sueldo justo, que mi trabajo sea valorado como el trabajo de los demás. Las mujeres somos seres humanos con derecho a ser libres, a decidir qué queremos ser y qué queremos hacer.

Me rehúso a censurarme como mujer, a reprimir mis deseos e ignorar que tengo las mismas necesidades que todos tenemos.

Desencadeno los estigmas y me libero de pensamientos que me encierran y que me prohíben a mí y a las demás conocerme. No quiero ser la consecuencia de costumbres retrógradas que limitan incluso hasta mi propio corazón.

Quiero salir, ser y volar sin miedo. Quiero ser una artista libre con la cabeza en alto. Quiero que todas nos despertemos y abracemos al espejo, que la tranquilidad inunde nuestras venas.

Imagen: Unsplash

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