María Fernanda Casados /Embajadora / Camino Seguro- Safe Passage
“Hay males que no se pueden curar con dinero, sino solo con amor.” Una frase célebre de la Madre Teresa de Calcuta, uno de los personajes más influyentes de finales del siglo XX y de alguien que enseñó con su ejemplo. Esta frase engloba un tema de suma importancia: el servicio desinteresado, sincero y sin prejuicios al prójimo.
Sin embargo, últimamente han aparecido las “modas” y “tendencias” con aires altruistas. Lamentablemente a estos movimientos les acompañan las críticas, no muy constructivas, por parte de espectadores, participantes u organizadores. Es decepcionante presenciarlas pues muchas veces por envidia, protagonismo o por un “es que no sé porqué, me cae mal” se pierde el motivo principal, que es brindarle apoyo a otro ser humano o ser vivo.
Si las energías y el tiempo invertidos en las críticas vacías no generan cambios, vale la pena deshacernos de tan entrañada costumbre por medio de nuestro ejemplo. Generemos críticas constructivas acompañadas de acciones congruentes. Nuestro país pide a gritos nuestro auxilio y no es el momento para detenernos a criticar, realmente ningún momento debería serlo. El tema de suma importancia que engloba la frase inicial de la Madre Teresa de Calcuta es más que un tema, es un modo de vida. El amor.
El amor nos transforma, nos hace mejores personas.
Cuando se hace el bien a alguien más, presenciamos miradas de gratitud infinita que cambian nuestras vidas. Estas experiencias serán las encargadas de encaminar a las personas que no se involucran por “buenos motivos”.
Nosotros realmente nunca podremos saber cuáles son las intenciones o sentimientos de otras personas. Podemos tener una idea, pero es algo intrínseco por lo que es preferible, no hablar sin saber. En estos casos posiblemente lo mejor es enfocarnos en lo positivo y darnos cuenta que si muchos se suman al voluntariado, esto podría ser algo realmente bueno para nuestro país y si sus intenciones no son las “más sinceras”, no es ni debe ser de nuestra incumbencia.
Tenemos en nuestras manos el poder del cambio. Muchas veces no queremos darnos cuenta o no nos creemos capaces pero todo comienza con una acción fuera de nuestra zona de confort, al ayudar a alguien sin tanto pensarlo cuando nos nace. Puede ser involucrarnos en un voluntariado o simplemente acercarnos a conversar con quien nos vende dulces en la calle. Es increíble pero una simple acción puede cambiar la percepción de alguien sobre la vida de una manera positiva y también de quienes observan. El mejor maestro es el ejemplo. En lo personal, el servir a los demás me ha cambiado la vida.
“No esperes a líderes; hazlo tú mismo, persona por persona”. Madre Teresa de Calcuta.
Hace un año tomé la decisión de estudiar Derecho porque sé que por medio de la abogacía puedo asistir a muchas personas. Una vez estaba saliendo de la clase de Introducción al Derecho y pude observar a distancia a tres personas organizando un stand; tuve el impulso de acercarme a preguntarles sobre qué era y quiénes eran, ese momento cambió mi vida para siempre. Eran voluntarios de Camino Seguro, más tarde grandes amigos a quienes admiro y aprecio mucho.
Uno de ellos me entregó un panfleto que explicaba a grandes rasgos en qué consistía el proyecto. Para ser sincera, al llegar a casa ya se me había olvidado, después repentinamente se me vino a la mente y aproveché el instante para enviar el correo de solicitud que aparecía en el panfleto para planificar una visita al proyecto y ver la posibilidad de incorporarme. La organización me llamó la atención, especialmente porque su misión es empoderar a las familias que viven en los alrededores del relleno sanitario de la zona 3 y romper el ciclo de la pobreza a través de la educación. Siempre he creído fervientemente en que la educación es la clave para el progreso de nuestro país y de cualquier otro.
Hace un año tomé la decisión de entrar a Camino Seguro con la idea de que ayudaría dando clases de refuerzo escolar a niños de primaria en el área de matemática, escritura y lectura. Aún me pregunto si soy quien más los ayuda a ellos, porque la mayoría de veces siento que ellos me ayudan mucho más a mí. Es inexplicable el sentimiento, pero sé que muchos lo conocen.
Probablemente con dar clases de refuerzo no estoy cambiando a toda la sociedad o a toda la comunidad del relleno sanitario, a veces me cuestiono si realmente estoy haciendo lo que “debería hacer”; pero, al ver en los ojos de mis estudiantes la mirada de gratitud infinita, de amor, alegría y comodidad, sé que estoy haciendo lo correcto.
El amor es la clave y si nuestras acciones le acompañan, poco a poco se van logrando cambios significativos. Al ser conscientes de la realidad y congruentes con lo que pensamos y hacemos, generamos una gran diferencia; nos alejamos de la famosa tendencia a criticar y quejarse por todo y por nada, y comenzamos a hacer algo por aquello que consideramos que no está bien.
Los gritos de auxilio no esperan, exigen dejar a un lado todo aquello que nos retrae como personas y como sociedad porque el cambio que tanto añoramos está en nuestras manos. Todo lo que necesitamos es amor y convicción en todas las cosas que hacemos.