En estas fechas todos estamos pensando en planes y proyectos para el siguiente año. La pregunta es, de todos ellos ¿cuáles son nuevos y con cuáles ya hemos cargado con tanta frustración e insatisfacción por tanto tiempo? Lo mencioné en mi segunda columna y lo menciono nuevamente: si tus metas son las mismas cada año, algo estás haciendo mal. ¡Y es totalmente cierto!

Por otro lado, creo que hay dos análisis que debemos realizar antes de terminar el 2020, si es que aspiramos a que el siguiente año sea diferente: ¿cuáles fueron nuestros logros? (porque a veces, no carecemos de éxitos importantes, sino de reconocimiento propio) y ¿qué tan tóxicos fuimos con nosotros mismos y con los demás?

Todos adoran la idea de “eliminar la toxicidad” de su vida, cuando el tóxico es cualquier persona, menos uno mismo; pero nadie habla sobre las conductas tóxicas que tienen consigo mismos y con los demás. En realidad, ¡nadie se salva! ni siquiera alguien que se cree muy “amor y paz” (un gran error que me pasó a mí, jaja).

Me encanta pensar en esto porque es muy desafiante reconocer nuestra sombra. Cada inicio de año todos quieren “llenarse de buenas vibras”, pero no están dispuestos a soltar toda la basura que llevan dentro.  La ley del vacío lo dice claramente: para que algo nuevo entre a tu vida, algo debe salir de ella.

Es decir, hay que crear espacio para recibir. Es totalmente incoherente pretender que llegará lo que anhelamos, si no tenemos disposición de retirar algo a cambio. Pagar el precio, diría Martha Debayle.

Cuando hablo sobre la toxicidad que tenemos con nosotros mismos, me refiero a las ocasiones en las que principalmente irrespetamos nuestros anhelos y necesidades más importantes (y peor aún, más urgentes). Tener conciencia absoluta que hay ciertos patrones de pensamiento, emociones y comportamientos dañinos en nosotros (es decir, tenerlos identificados) y continuar con ellos aun así, también es ser una persona tóxica. Por ejemplo, alguien que está consciente de su pobre estado de salud y aun así decide “cocowashearse” (auto engañarse) para demeritar la magnitud de ese problema y evitar afrontarlo, es una persona tóxica consigo misma. Romper estos patrones dañinos requiere de coraje, sabiduría y de algo de desesperación (a mi parecer). Personalmente, afirmo lo que alguna vez escuché: ¡que seguir igual te duela tanto que te niegues a seguir siendo tu propio estorbo!

Nadie puede amarse a sí mismo si continúa lastimándose a pesar de estar consciente de ello

Y cuando hablo de las conductas tóxicas que tenemos con los demás (una versión de mí que he tenido la oportunidad de conocer muy bien este año, afortunadamente), hablo sobre cómo dañamos a otros silenciosamente. Desarrollar la capacidad de auto observación, es clave para comenzar a ver y a escuchar nuestras conductas abusivas e hirientes. ¿Qué hago o qué digo, que lastima a esta persona? Y reafirmo, nos empeñamos tanto en llevárnoslas de muy “buenas vibras”, que únicamente nos cegamos a ver lo que necesitamos sanar para evitar dañar a los demás. Aceptar que en ocasiones somos seres heridos duele, aceptar que somos seres hirientes duele aún más, pero negarse a aceptar ambas es una auto condena. Probablemente, en otra columna hablaré sobre cuáles son mis creencias sobre el amor, pero estoy totalmente segura que cuando me niego a ver las heridas que causé en alguien más, soy totalmente incapaz de amar.

Esa buena vibra llega a tu vida una vez reconociste, aceptaste y sanaste aquello que causó tus heridas y las heridas que hiciste en otros. Solo hasta allí, estás libre para recibir. No cuando pegas frases motivacionales en todo tu cuarto (pero sigues alimentando la creencia que no mereces algo bueno), no cuando comienzas otra dieta (pero sigues repudiando tu cuerpo), no cuando creas otra fuente de ingresos (pero sigues con malos hábitos financieros), no cuando donas a caridad (pero eres egoísta con tu propia familia). Llega cuando eres consciente de lo tóxico que eres y lo abrazas con amor, porque al final solo estabas actuando desde tus heridas y es válido. ¡A todos nos pasa y nos seguirá pasando! Pero, como una de mis terapeutas más queridas me dijo un día:  Una vez que eres consciente, no puedes ser indiferente.

Y reconocer esto, te permite ser empático con la toxicidad ajena

Al final, nuestra oscuridad no es mala. Dejemos de luchar en contra de nuestras debilidades o heridas y comencemos a escucharlas como mensajeras e indicadoras que hay algo que trabajar. Nada más.

Soltemos lo que nos estorba, porque honestamente, sí merecemos recibir todo lo que anhelamos.

¡Ojalá logres un excelente 2021!

Gracias por leer.

Compartir