Axel Ovalle/ Opinión/
En la Centroamérica de la década de los 70s y 80s, nadie era inmune a la violencia. Había quienes veían la violencia como algo desafortunado, pero necesario, un intento de salvar a los países de los “terroristas comunistas”. Sin embargo, existió una persona que no se conformó como los demás, que quiso cambiar su realidad.
[quote]“Si quieres protestar por la dignidad de los seres humanos, en este país te llaman comunista.” –Irma Flaquer, 1980.[/quote]
Un ser humano vulnerable ̶ ni heroína ni víctima̶ , una joven mujer frágil que le temía a la muerte, una persona que llevó la vida de mujer como esposa, madre, mujer divorciada, amante, abuela, editora, abogada y psicóloga; cuyas uñas eran largas y bien cuidadas a pesar de su constante uso de la máquina de escribir, una periodista tan idealista que a veces se metía en la política, le hizo frente a la violencia y luchaba en contra de ella, la mayor parte, desde sus columnas periodísticas.
Irma Marina Flaquer Azurdia fue una periodista valiente que desapareció en 1980 en la ciudad de Guatemala en virtud del coraje que mostraba al escribir lo que otros preferían callar.
Irma Flaquer a lo largo de su carrera periodística, recibió varios atentados, amenazas y reclamos debido a la manera en que se expresaba en sus columnas y artículos de opinión. Uno de estos atentados suscitó en 1960, cuando tenía solamente 22 años por un grupo de mujeres del mercado que la golpearon hasta dejarla inconsciente en la calle. Sin embargo, Flaquer no desaprovechó la oportunidad y se presentó inmediatamente en el diario La Hora para pedirle al periodista Clemente Marroquín Rojas, director del mismo, que le tomara fotos y escribiera un artículo acerca de esa agresión. Según Marina Marroquín –hija del periodista-, Marroquín contrató a Flaquer para que fungiera como columnista y es aquí en donde es impulsada a escribir columnas de opinión en el diario, a través de un espacio que se tituló “lo que otros callan”, espacio que fue leído durante 13 años.
Las amenazas constantes a su persona, prosiguieron. En 1968, fue víctima nuevamente por un atentado, esta vez, por una granada que fue colocada en su vehículo y que casi le quita la vida. En virtud del suceso, Irma Flaquer escribió un libro titulado “A las doce y cuarto, el sol” en cuyo prólogo dedica la obra a “Mi querido asesino” denunciando los actos de violencia que estaba viviendo su persona y en contra de su libertad de expresión. “Les he hecho daño, mucho daño. La violencia de mis artículos periodísticos les hizo desear mi muerte. Ellos provocaron más violencia que la que ustedes ya habían padecido y los convirtió en asesinos. A lo mejor no debían sentirse culpables porque suele suceder que los poseídos por el odio solo son víctimas de las circunstancias de su vida. Producto de circunstancias adversas. Por su propio dolor, se convierten en verdugo de otros” – Irma Flaquer, A las doce y cuarto el sol, 1979.
Irma Flaquer siguió escribiendo hasta el 16 de octubre de 1980, cuando un grupo de hombres armados movilizados en dos vehículos interceptaron el automóvil en que se transportaba y que conducía su hijo Fernando. Los disparos acabaron con la vida de Fernando, mientras testigos cuentan que a ella se la llevaron con el rostro cubierto en una camioneta que se dio a la fuga.
Nunca más se supo de Irma Flaquer.
A través de sus columnas, leyendo sus libros y entrevistando a sus colegas, me di cuenta realmente de que la periodista Irma Flaquer empeñaba sus esfuerzos y confiaba ferozmente en que Guatemala podría efectuar un cambio a través de la sociedad civil y el estado de derecho. Irma Flaquer fue una periodista valiente y luchadora. Es un ejemplo de mujer y persona.
En medio de un clima político agitado, con violencia por parte de grupos militares, fuerza pública y guerrilla; la mataron como represalia por sus artículos que denunciaban la corrupción, los abusos de los derechos de las mujeres y hombres, indígenas y sindicalistas, como así también la violencia del régimen del general Romeo Lucas García. Por lo que fue hija de la guerra.
Una guerra llena de maldad que ahogo a Guatemala por tanto tiempo. Si Irma Flaquer nos dejó un regalo, ha sido el no tener miedo al hablar. La historia de Irma Flaquer se une también a la historia de miles de periodistas que han sido asesinados, desaparecidos, torturados, censurados o exiliados mientras buscaban la verdad, luchaban en contra de la impunidad y a favor de la libertad de prensa.