Si bien, a lo largo del siglo XXI (los 2,000) y finales del siglo XX (los 90´s), el Internet sobre todo mediante las redes sociales, ha demostrado a generaciones y sociedades pasadas que sí es posible la creación, convivencia y conexión de grupos y comunidades motivadas por una misma pasión, pensamiento o ideología; creando un espacio, en tiempo real, capaz de servir y mostrar un sinfín de oportunidades para conocer y aprender de las convicciones y formas de expresión de más o menos 4 billones de personas alrededor del mundo y, de una forma utópica, alimentar y fortalecer la habilidad y pensamiento crítico de todos, pues amplía nuestras percepciones y perspectivas de diversos temas y contextos.
Un debate entre si cancelar se trata de responsabilidad y consecuencias o de abuso de poder y derechos
Sin embargo, la situaciones y sucesos actuales, que para algunos se traducen como la práctica de una verdadera libertad de expresión, en donde las personas más que solo satisfacer su derecho de expresarse y compartir sus pensamientos, también se hacen responsables de dichos pensamientos y comentarios; para otros se traduce como el abuso de esta libertad, que convierte un espacio de revolución, actualización, desahogo y desenvolvimiento de virtudes, habilidades y hobbies de muchos, en un espacio limitado, censurado y bajo amenaza de ser condenado a un rechazo social.
Todo esto englobado y dándose a conocer como “la cultura de cancelación”.
Y sí, no se puede negar que parte de esta independencia que el mismo Internet trae consigo, es afrontar las consecuencias y reacciones que una publicación de nuestra autoría puede motivar a otros usuarios o personas a demostrar al respecto, pues eso es parte de la efectividad del derecho a la libertad de expresión. Pero algo sí es importante recordar y es que toda sociedad funciona y convive, independientemente del medio por el que lo haga, bajo valores que implican tolerancia, respeto, empatía, argumentación y objetividad al momento de reaccionar, permitiendo a cada persona saber hasta dónde y cómo debe responder.
Una nueva metodología que prueba que la mayoría “gana” o “tiene la razón”
Además, haciendo alusión al apoyo masivo e influencia que puede llegar a tener, no solo una idea, estereotipo, afinidad o ideología, sino también una persona por su profesión, sus ideas, trabajo, opiniones o incluso perfil y aspecto, puede llegar a mover y sobreponer una postura por sobre otra, condenando a las otras ideas o personas, que tal vez no tienen tanto apoyo, a comparación de otras, o que son etiquetadas como ‘diferentes’, en un sentido negativo, sean hundidas y rechazadas, no por argumentos que se refieran al peligro que puede representar a la sociedad si se difunde, sino más bien por un argumento de fanatismo hacia solo un lado, una posición; por presentar una postura en contra de lo que la mayoría apoya o a lo que está acostumbrado a apoyar.
La desinformación como motor de una cancelación por popularismo
Otro aspecto que desvalora la cancelación, sobre todo de figuras públicas, artistas, pensadores, entre otros que exponen y representan cierta forma de pensar y actuar, es la reacción de personas no solo no fundamentadas, sino que a la vez, desinformadas, que defienden una postura que más que propia, crítica y objetiva, ha sido construida a base de lo que “la mayoría piensa” o lo que en tendencia se muestra y comparten los demás usuarios. De tal manera que, un político puede llegar a ser cancelado por un comentario que hizo 10 años atrás, sin considerar que las personas son tan libres de opinar como de cambiar sus posturas; mientras que un músico puede ser cancelado por un país entero, por no haberlo mencionado en un discurso conmemorando un evento histórico, sin saber con exactitud si la razón fue exclusivamente por discriminación o alguna intensión negativa, incluso ser cancelado por acusaciones que hacen personas contra estas mismas figuras, sin considerar que tanto la figura como la persona que lo acusa pueden estar actuando con la intención de perjudicarse entre ellos mismos.
Esto pudiendo dar paso a una fácil manipulación por parte de los interesados en crear caos hacia nosotros como público, para que se deje de apoyar o se ataque un lado o posición, validando de este modo teorías como la de la reportera Ligaya Mishan, que comparte Eduardo Varas en su artículo sobre “Cultura de la cancelación”: qué significa y cómo entenderla, sobre que la cancelación no existe, sino que esta siempre ha existido y que solo se manifiesta por medio de la difamación y con la intensión de destruir.
Nosotros como administradores, tanto de nuestros perfiles en redes sociales, como de nuestros pensamientos, opiniones y acciones, somos capaces de crear y hacer parte de un espacio de desenvolvimiento libre y diverso entre distintas posturas o simplemente gustos o pasiones; haciendo valer nuestro derecho de libertad de expresión, pero sin vulnerar los derechos de los demás y al mismo tiempo defender, no solo nuestras propias convicciones, sino también al mundo, de ideas inmorales o que pueden retrasar el desarrollo que poco a poco nuestras generaciones han luchado por superar y evolucionar, denunciando siempre por medio de nuestras ideas argumentadas.
Además, muchas veces la falta de atención y de apoyo puede afectar más, que el ataque masivo que puede solo dar más fama y popularidad, pero todo dependerá del análisis crítico e independiente que cada uno de nosotros haga.