Mariajosé Espina / Corresponsal /

Cuando decidí escribir este artículo, no sabía que iba a ser tan difícil. Decir en pocas palabras todo lo que con mi familia hemos vivido en estos últimos 5 años no es algo sencillo, pero hablar de cáncer nunca lo es.

Recuerdo el día que mi hermano mayor me dijo: “Papá tiene leucemia”, y yo quizá sin saber del todo qué tan grave era, sentí un enorme vacío, como si me hubieran dicho que mi papá (aquel personaje que uno ve como el superhéroe de la casa), iba a morir.   Nunca es fácil aceptar una noticia de estas, muchas veces no sabes que sentir, qué hacer o qué decir; como si tu cuerpo entrara en un estado de negación, apartándote de la realidad y queriendo a toda costa nunca haber escuchado esa palabra: cáncer.

El cáncer es una enfermedad, que según la RAE, se da cuando las células del cuerpo proliferan de manera anormal e incontrolada.  Dethlefsen y Dahlke, en su libro la enfermedad como camino, comentan que, “la célula cancerosa no es como los virus o las toxinas, que vienen de fuera a atacar el organismo sino que es una célula que hasta ahora realizaba su actividad al servicio de su órgano, de pronto, cambia de opinión y deja de identificarse con la comunidad, empieza a desarrollar objetivos propios y a perseguirlos con empeño, da por terminada la actividad al servicio de un órgano determinado y pone por encima de todo la propia multiplicación. Ya no se comporta como miembro de un ser multicelular sino que retrocede a una etapa anterior y utiliza la comunidad celular, de la que se ha desprendido, para su propia alimentación”.  Es como si un pedacito de ti se volviera en tu contra.

El convivir con un paciente de cáncer es difícil, muchas veces te duele ver que alguien que amas sufre, pero al mismo tiempo quieres darle todo el ánimo para que siga luchando por su vida.  Entre todas las complicaciones de la enfermedad, ¿qué piensa y siente alguien con cáncer?  Mi papá quiso contar su historia y esto fue lo que escribió:

“A inicios del 2006 empecé a bajar de peso, a sangrar por la nariz y oídos, y con un fuerte dolor en el abdomen.  Luego de diagnósticos y una operación sin resultados, el 26 de noviembre del mismo año el doctor me dijo: “Creo que tenés Leucemia”, a lo cual lo más inmediato que pude decirle fue, “¿crees o tengo?”.  En ese momento me confirmó que por los exámenes realizados ese era el diagnóstico, pero como no era su especialidad, me trasladaría con el mejor doctor especializado en este tipo de cánceres.   El especialista me podía recibir en tres semanas porque tenía toda su agenda llena. Después de insistir, aceptó atenderme ese mismo día a las 20:00 horas. El doctor revisó mis exámenes con lujo de detalle e inmediatamente me confirmó que estaba enfermo de Leucemia Mieloide o Granulocítica Crónica y me dio una explicación muy detallada de qué era la enfermedad.     

El recibir la noticia fue un shock para mí; no sabía qué hacer, si contarlo a mi familia o quedarme solo enfrentando esta situación.  Al transcurrir las horas decidí contarle a mi familia, aunque yo sabía que iba a ser un impacto doloroso. Pero necesitaba la ayuda de ellos.  El día que el especialista me dio la noticia me acompañó mi esposa, pero como ya habían transcurrido nueve horas de haberme enterado, había empezado a pensar mucho y a pedirle a Dios que me diera fuerzas para salir adelante.  En la consulta con el especialista le pregunté lo que no se debe: ¿Cuánto tiempo me queda de vida?, a lo cual el doctor me respondió que solo Dios sabía cuánto viviría.  Con mi angustia, seguí insistiendo y el doctor me dijo que por la experiencia que tenía en estos casos, mi esperanza de vida era de dos a tres años.

Después de cinco años de estar viviendo esta enfermedad, en donde el cansancio se da desde cuando te levantas, el dolor abdominal cuando te tomas la medicina, las extracciones dolorosas de médula óseas que miden el desarrollo de la enfermedad, los análisis de laboratorio cada mes y medio, les puedo decir que lo que me ha mantenido con vida es:

–  La gracia y bendición de Dios ya que me ha dado todo para salir adelante.

–  Las ganas extremas de vivir.

–  Soy feliz porque tengo a la familia más linda que puede existir.

–  Tengo un trabajo maravilloso

–  Mis familiares, amigos y todas las personas que tengo alrededor, que con sus oraciones me han ayudado.

Con todo esto que me ha pasado, empecé a escribir un libro en donde narro casi toda mi vida, y en especial esta parte que me ha tocado vivir con la leucemia y le he puesto “Con las Botas Puestas”.  Esto significa que cuando uno emprende una batalla debe dar todo lo que esté a su alcance para lograr el objetivo; en este caso hacer todo lo necesario para estar vivo.  En la guerra hay batallas que no se ganan, pero lo importante es haber luchado con toda la gana posible para poder seguir viviendo al lado de los seres queridos y si no, al final que vean que nos fuimos luchando como unos ganadores.”

Vivir con cáncer es enfrentar todos los días situaciones muy complicadas que quizá no todos entiendan, pero quienes tenemos a un ser querido luchando contra esta enfermedad, apreciamos cada segundo de vida.

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