El proceso de inspiración para la primera columna del año es, para mí, el más complicado de todos; desde la última a la primera, pasan y dejan de pasar un sin fin de cosas, eventos o personas, que van moldeando las realidades y lo que las atañe. ¿Cuáles serán las palabras oportunas? ¿Qué está sucediendo allá afuera? ¿Dónde está la atención de todos?
Así que, como de costumbre, cuando las cosas se complican y las palabras escasean, he decidido tomar aires nuevos, escuchar a la ciudad, moverme entre los hilos cotidianos al ritmo de los pedales. Hoy la ciudad me conduce hacia la zona 1, específicamente la sexta avenida desde la 18 hasta la 5 calle; una avenida que en cada cuadra nos muestra lo diversa, extraña y singular que es nuestra sociedad. Siempre recuerdo a un antropólogo, quien afirmaba que esta avenida era una viva representación del país en todos sus ámbitos; por ende, si queríamos saber cuáles eran los sesgos/prejuicios de las personas, bastaba llevarlos caminar y observar sus reacciones ante la vastedad de expresiones culturales y sectores representados en un pequeño espacio de la ciudad.
Esta diversidad cultural, religiosa, de género, ideología, educativa y étnica que podemos encontrar en nuestra ciudad (y por ende en el país), son expresiones de la naturaleza humana, que debería ser celebrada en todas sus variantes y formas.
Sin embargo, pareciera que siempre es más fácil que nos organicemos en grupos hostiles, que marcan fronteras o líneas divisorias entre nosotros, basados muchas veces en miedos irracionales. Por lo tanto, para ir borrando estas líneas imaginarias impuestas por prejuicios y sesgos debemos permitirnos entender lo que está sucediendo fuera, pero también reconocer dónde estamos y quiénes somos, para poder interpretar la realidad y la vida de una mejor manera.
En mi recorrido sobre la sexta, leo por ahí sobre una supuesta “Ley para defender la vida y la familia” que nace de una organización católica llamada AFI (Asociación la Familia Importa). Ahora bien ¿Que es defender la vida o la familia? Cuando dicen con tanta insistencia que “defienden la familia”, quisiera pensar que están protegiendo a niñas, niños y mujeres de la violencia intrafamiliar, que hay acompañamiento psicológico para los niños durante el proceso de divorcio, que apoyan a las madres solteras o que velan por las seguridad social/alimentaria de las familias en áreas de riesgo.
Al hablar de “defender la vida” uno pensaría que están allí en defensa de las personas en las áreas marginales, que visten al desnudo, consuelan al afligido o alimentan al hambriento, luchan contra la exclusión o discriminación, señalando toda injusticia que prive a las personas de una vida digna. Pero no, la defensa de la vida o la familia que ellos hacen, nada tiene que ver con el florecimiento del potencial humano; esta agrupación y sus miembros, desde su perspectiva miope y limitada, dicen que se están protegiendo la vida desde la concepción y el “verdadero” modelo de familia en el país; aunque la realidad es que se está criminalizando el aborto y el matrimonio igualitario basados en premisas de moral religiosa.
Premisas de una religión que tiene como máximo referente a Cristo, un muchacho judío, marginal, migrante e incomprendido, que hace 2000 años transformó la historia de la humanidad; ese mismo muchacho que hoy probablemente se espantaría al ver el fanatismo, necedad y prepotencia con las que sus seguidores defiende un libro y una institución dejando completamente de lado el amor y la dignidad de las personas.
Uno ve acciones como estas, que denotan una hostilidad enorme hacia lo diversidad y muy poca empatía o compasión al prójimo, y en definitiva le hacen cuestionar donde está su fe o mejor dicho, donde está la fe de las personas que comparten iglesia con uno.
Sería un tanto más fácil para estas personas quedarse encerrados en sus templos y libros rodeados de todos sus prejuicios y personas que los comparten; porque sin importar cuantas leyes, carreras, marchas o campañas promuevan, la sociedad seguirá siendo diversa y plural, la humanidad (y por ende los guatemaltecos) seguiremos nuestro camino para florecer y prosperar según nuestras convicciones.
Esta misma diversidad que me gusta celebrar y respetar, me ha enseñado a no renegar de mi fe o mi vida espiritual, porque caminar entre la gente, los pueblos y las bibliotecas te hace comprender que aquello que se hace propio debe amarse, entenderse y someterse a juicio siempre, de tal forma que nuestra perspectiva se ajuste a la realidad, pero no olvidemos los principios sobre los cuales vivimos. Como joven católico dominico, me aparto de estas premisas inactuales y discriminadoras; por eso, antes que libros, piedras, dogmas o imágenes, defenderé la vida digna de las personas (no el parto) y estaré del lado del amor en todas sus formas.
“El Evangelio me enseñó que Jesús prefirió la compasión activa a todas las creencias, ritos y normas religiosas. Revolucionó valores, criterios y certezas.” – Jose Arregi