José Andrés Ochoa/ Opinión/
Las emociones que me hizo –y hace- pasar Cobán Imperial han sido tal que el aprecio por el equipo es grande. Incluso hoy, cerca de cumplir la década en la segunda categoría del fútbol nacional, las redes sociales me permiten seguirle con bastante detalle gracias al buen trabajo digital que realiza el club.
La tragedia de dos finales perdidas, la tristeza de casi perder la tercera y el júbilo del gol de Tránsito, nombre inolvidable por su peculiaridad y grandeza, me hacen ser hincha de los príncipes azules. Ni nací en Cobán ni viví ahí. Mi padre creció en Panzós, un municipio a hora y media –carretera en buen estado- de la cabecera de Alta Verapaz. Es probable que el detalle geográfico tenga que ver, pero estoy seguro que la dramática historia deportiva de Cobán me cautivó y por eso les sigo hoy.
Gracias a la televisión, hoy al internet y sus redes sociales, mantenerse informado de los gustos personales es más fácil. Además, es inevitable que esas aficiones se creen bajo momentos de emoción y, en especial, de éxito. Me atrajo el título de la Roma, victoria al Parma en el estadio Olímpico en 2001; me terminó de enamorar la inmensa bolea de Zidane en Glasgow, un año después; y la rabia de Tránsito al rematar me hicieron festejar cual campeonato mío, gozo total.
Ni nací en Roma, ni crecí en Madrid, ni vivo en Cobán. Sin embargo, el aprecio está y les sigo hoy, casi a diario.
Cuando algunas personas sueltan el “hay que apoyar lo nuestro”, es útil detenerse y reflexionar. Es cierto que vivir en un lugar determinado permite sentir aprecio hacia ciertas cosas pero, atención, apoyar el talento nacional implica una cosa importante: talento.
A diferencia de lo que ciertas personas profesan a cuatro vientos, creo con firmeza que las oportunidades deberían ser facilitadas por iniciativas estatales o bien privadas, no producto de agobiantes esfuerzos que compliquen el desarrollo personal; es decir, sería más fácil para todas y todos poder seguir la profesión que desearan si existieran mejores condiciones para ello.
Que este país tiene una deficiente (casi mediocre) plataforma artística es obvio, y esta también se traslada al deporte. Se necesita, tanto a quienes apreciamos al arte como a quienes lo crean, de un contexto en donde la expresión sea práctica, en un ambiente de diálogo y mejora de las técnicas. En Guatemala hay una gran cantidad de hombres y mujeres sobresalientes en la música, pintura, escritura, fútbol, atletismo y más facetas. Sin embargo, en su mayoría, quienes destacan lo hacen gracias a su talento y no, disculpen, por su nacionalidad.
Cuando las radios nacionales deciden transmitir la Champions League sobre la Liga Nacional hay que analizarlo y comprender que las facilidades mediáticas y tecnológicas son un bien como un mal. Jugar a la 1 de la tarde un miércoles es también competir con el fútbol en Europa. Las radios eligen desde lo comercial hasta la audiencia. Que haya más personas que prefieren seguir el fútbol europeo es claro; hacerlo, se asume, responde a gustos y preferencias, no se puede generalizar que por malinchismo.
Desde el deporte he visto los grandes esfuerzos que hacen las y los atletas por tener éxito, así como también cómo muchos se han visto obligados a renunciar al deporte porque económicamente es complicado. Quien quiere puede, dicen, pero ¿por qué las cosas no pueden ser más fáciles? Es necesario que desde el Estado y la iniciativa privada se haga un esfuerzo por lo nacional. Sin embargo, creadas esas plataformas de desarrollo, también es imprescindible reconocer que la competencia es global.
Si en Guatemala es necesario confiar en el arte y deporte es porque se reconoce lo difícil que es intentar crecer cuando las condiciones son complicadas. Y porque, comprobado, no depende de la nacionalidad el ser “bueno” o no: es de constancia y trabajo.
Lionel Messi o Cristiano Ronaldo son grandísimos jugadores y se dice porque es cierto. Afirmarlo no es ser una o un peor guatemalteco. Iron Maiden es una fantástica agrupación de Heavy Metal, y al expresarlo no hago de menos a las bandas nacionales, así como decir que Básico 3 es un excelente productor y músico, no me hace un mejor guatemalteco.
Espacios artísticos los hay pocos pero valiosos. Asistir a ellos a veces es cuestión de voluntad. Así como en los restaurantes se demuestra quiénes programan su almuerzo para ver la Liga Española y, en similar caso, hay quienes desean de disfrutar de un concierto van ahí, entre semana y en la noche a los bares. Solamente para entregar unos aplausos.
De las cosas que sigo y me gustan. Por supuesto, hay muchas más. Ustedes ¿cuáles conocen?
Literatura: Colectivo GT
Los festivales: Festival del Centro Histórico
El deporte: Guatefutbol
La música: Yerimkala y Básico 3