Gabriela Sosa / Opinión /
Confieso que no he asistido a ninguna de las marchas, a unas por problemas de salud y a otras por cuestiones laborales, pero he observado con atención el movimiento.
Confieso también que antes que renunciara Baldetti no creía que esto iba para largo. Sí, me sorprendí cuando se descubrió la red de corrupción “La línea” porque ¿cuántos casos de corrupción se han dado en el país en las últimas décadas y nadie ha dicho algo al respecto? Me alegró ver los comentarios en las redes sociales, pero como en otras ocasiones, en ese momento pensé que a los días la gente estaría hablando de otra cosa.
Me equivocaba. Han pasado varias semanas desde esto y las marchas e indignación continúan.
Incluso más fuertes que nunca, cada vez con más participantes y más gente comentando al respecto. Hasta en otros países de Centroamérica lo comentan, Guatemala ha despertado, los estudiantes se han unido. La inconformidad ha llegado a su límite. Es algo que, la verdad, nunca pensé que vería. Al ver esas fotos de la plaza, no deja de sorprenderme la cantidad de gente que clama por justicia, que clama por un sistema de gobierno que sirva a sus ciudadanos, del rechazo a los candidatos actuales (porque honestamente ninguno convence).
Hablando de candidatos, aunque algunos traten de utilizar esta inconformidad para sus eslóganes, como menciona Pamela Avilés, promoviendo cambios ante la corrupción y diciendo que a ellos también se “les rebalsó el vaso”, muchos de ellos ya no lo creen. Hablan de votar nulo o no votar. Sin embargo, las largas filas que se dieron para el empadronamiento demuestran que la gente sí está dispuesta a ir a votar. ¿Por quién? ¿Hay alguno que en realidad tenga el bienestar del Estado en mente? Más importante aún, ¿cuáles son las probabilidades que si existen esos candidatos, éstos sean los que ganen las elecciones? Eso, así como las pláticas de cambios a las reformas, son otro tema.
Lo que a mí me sorprende, es que se esté dando este diálogo, que cada vez más jóvenes investiguen, traten de estar enterados, de saber qué pasa y qué se puede hacer al respecto; de los movimientos estudiantiles. Me sorprende de manera grata. Confieso que a pesar de escribir seguido sobre la indiferencia en este espacio, una gran parte de mí no creía realmente que a muchos les llegara a importar.
Como asidua lectora de ficción me fascina lo curioso que es que los protagonistas nunca se dan cuenta de lo grande que es lo que están viviendo. Ahora que nosotros somos los protagonistas de esta historia que se está escribiendo, aunque el desenlace esté confuso y pueda tomar diversos caminos, para bien o para mal vale la pena detenerse un momento a admirar lo grande e increíble que es lo que se está viviendo.
El domingo, al abrir el periódico y ver una vez más una foto de la plaza llena por la marcha del sábado 13 de junio y ver cómo la gente hacía una cadena en torno al bus detenido de San Juan Sacatepéquez, por fin me golpeó la inmensidad de la situación: esto está pasando, el país está cambiando, se está logrando un cambio, la población nunca jamás será la misma y ese ciclo de corrupción-indiferencia está llegando a su fin.