Brújula/
Al principio huimos de las discusiones, sentimos que estas nos harán quedar mal frente al enamorado. Y es que como seres humanos, enamorarse es un fenómeno natural. Nos enamoramos de una persona, de una causa justa, de nuestro lugar de trabajo, de una organización en la que nos encontremos involucrados, y de tantas cosas más.
Una vez que logramos identificar la causa de nuestro enamoramiento y conforme los días pasan y más lo vamos conociendo, el enamoramiento va en aumento, todo indica que ya no hay vuelta atrás. Sin embargo, llega el momento inevitable en que una discusión es impostergable. No estamos de acuerdo con una decisión tomada, con la idea que se está implementando, con el cambio de rumbo y filosofía. Y a pesar de eso, muchas veces tememos hablar porque creemos que el amor puede terminar.
Nos da miedo hablar con la verdad.
Da miedo porque el miedo nos fue enseñado. Nos enseñaron que disentir provoca enojo y frustración en las personas; que si callamos es mejor. Sin embargo, ¿por qué debemos quedarnos escondidos en nuestro cuarto seguro? ¿qué tan dispuestos estamos a callar, cuando la intención de nuestra crítica busca motivar un diálogo constructivo y crítico?
Los jóvenes universitarios organizados del país pasaron muchos años siendo los “enamorados” de sus instituciones educativas, o al menos eso parecía. Poca crítica y junto a esto, pocas acciones sustantivas que dieran cuenta de lo que realmente puede llegar a ser una organización estudiantil que se cuestiona y propone para mejorar. Las manifestaciones del 2015 empezaron una espiral de la cual todavía no podemos dar cuenta de sus verdaderos efectos; sin embargo, uno que sin duda sí se tuvo fue la reactivación de muchas organizaciones y agrupaciones estudiantiles. De ser para muchos su primera manifestación (Mi primera manifestación), a llegar a organizarse en una agrupación estudiantil en un período menor de seis meses, es un logro que sin duda el proceso que inició el año pasado con las manifestaciones puede adjudicarse como propio.
El enamoramiento terminó.
Ya no dan miedo las discusiones, porque se ha logrado comprender que la discusión, más que hundir, construye. Porque discutir puntos de vista diferentes permiten generar empatía y tolerancia hacia el otro, pero principalmente poder encontrar los elementos en los cuales se coincide para avanzar. Avanzar en tener una mejor universidad, mejores profesores, mejor malla curricular, mejores agrupaciones estudiantiles, pero especialmente, más y mejores ciudadanos críticos.
Los estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala han dado un paso enorme en el proceso de recuperar la AEU, la cual desde el año 2000 se encuentra cooptada por intereses totalmente contrarios al bienestar estudiantil y del país. Todos dicen que el proceso no será fácil, pero los estudiantes ya no están dispuestos a callar. El camino ya se inició y no hay vuelta atrás. Llegó el momento de decir y denunciar lo que todos sabían pero muchos callaban, la discusión ha dado inicio y esta no puede terminar sino en algo bueno y positivo para los estudiantes. O se recupera la AEU o, a pesar de ello, la Universidad de San Carlos habrá iniciado una pequeña espiral dentro de la gran espiral del 2015: el estudiante crítico que toma y construye el destino de su universidad pública con sus propias manos y junto a la de miles de estudiantes más.
Y mientras que las cosas empiezan a cambiar en la universidad pública, es momento que las universidades privadas también alcen la voz. ¿Que hay situaciones en las cuáles no se está de acuerdo? Hablémoslo. ¿Que muchas cosas dentro de la universidad, iniciando por las agrupaciones mismas, pueden mejorar? Accionemos para lograrlo. ¿Y si alguien tiene algo que decir al respecto? Dialoguemos y discutamos. La crítica debe venir unida a propuestas para poder mejorar nuestra casa de estudio, para que desde allí podamos contribuir a mejorar el país. Rompamos con el miedo que por ser universidades privadas (y esa idea de que si existe un pago de por medio las cosas deben manejarse diferente) no podemos poner sobre la mesa elementos que se necesitan discutir y mejorar.
Qué mejor enamoramiento que aquel que es libre y permite el diálogo abierto sobre la relación, sin restricciones ni temores hacia nuestras verdades incómodas. Que nuestros estudiantes den el paso para poder hablar y discutir sobre temas sustantivos de la universidad no es más que un signo saludable de estar formando estudiantes y jóvenes críticos. Qué gran camino el que están surcando los estudiantes universitarios de nuestro país, un camino que sin duda llegará a un final feliz si estos no se sienten solos en su caminar. Habremos quienes estemos siempre junto a los estudiantes, acompañando su transformación, pero qué Guatemala podríamos construir si cada vez más somos más los que apoyamos la lucha universitaria de nuestros días.