José Rodolfo Trinidad / Opinión /
En el mundo diariamente mueren alrededor de 29,000 niños y niñas menores de cinco años, 21 niños por minuto, especialmente por causas que podrían evitarse. A esto se le conoce como mortalidad infantil.
La mortalidad infantil es un indice demográfico del número de defunciones de niños y niñas menores de cinco años por cada mil nacimientos registrados en una población. La mortalidad infantil también es un índice del bienestar y salud de la niñez y el nivel de desarrollo social alcanzado en un país. Este índice suele tener varias categorías: neonatal precoz, el cual abarca desde el nacimiento hasta la primera semana de vida; neonatal, hasta el primer mes de vida; y postneonatal, de 1 a 11 meses de vida. La tasa de mortalidad infantil se mide sobre los niños menores de un año aunque también se ha medido en niños menores de 5 o 9 años; a esta categoría que abarca a niños mayores de un año, se llama infantil.
En la declaración del milenio suscrita en el año 2000 para construir un mundo diferente en el 2015, el cuarto de los ocho objetivos de desarrollo del milenio, es la reducción de la mortalidad infantil.
Para el territorio guatemalteco, la meta como país es la reducción de la tasa de mortalidad infantil, reduciéndola de 110 muertes a 37 muertes por cada mil nacidos para el año 2015. Hoy a menos de 500 días para el cumplimiento de los ODM, podríamos celebrar que hemos cumplido con esta meta, los niveles de mortalidad infantil en Guatemala se han reducido en los últimos 38 años a 32 muertes por cada mil nacidos; sin embargo, aún hay acciones por concretar, Guatemala se encuentra en el tercer lugar a nivel latinoamericano con mayor tasa de mortalidad infantil, por abajo de Haití y Bolivia. No es sorpresa saber que la población más afectada es la que vive en el área rural y población indígena, en comparación con el resto de la población de Guatemala, reforzado regularmente en la falta de acceso a agua potable, servicios de saneamiento, servicios de salud y sobre todo por el alto nivel de pobreza y desigualdad que se vive en el territorio guatemalteco.
Para el país, la tasa de mortalidad infantil se presenta en mayor número en la etapa post neonatal, a excepción de los departamentos de Huehuetenango, Chimaltenango y Petén, dónde la mayor cantidad de muertes es en la etapa neonatal.
Las principales razones son la deficiencia en la atención prenatal, el momento del parto y post parto, las enfermedades prevenibles por vacunación, enfermedades gastrointestinales y respiratorias como diarreas, bronconeumonía y neumonía; esto debido a las malas condiciones de higiene, ya sea por falta de acceso al agua potable y el bajo número de centros de salud con el equipamiento adecuando al número de habitantes por cada sector. A pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho no es suficiente, debido a la falta de atención integral que necesitan estas problemáticas complejas. Otros factores como la “Erradicación de la pobreza y el hambre, ODM1” y “La igualdad de género y la autonomía de la mujer” ODM3, también deben ser atendidos, permitiéndonos avanzar en conjunto en los diferentes objetivos de desarrollo del milenio y no con una pata coja en algunos de ellos. No podemos aislar el ODM5 “Mejorar la salud materna” del tema anterior y es porque van estrechamente vinculados, la maternidad saludable y segura, es otro de los grandes retos por alcanzar.
Ninguna mujer debería de morir por razones vinculadas con su embarazo, parto o puerperio. Al igual que la tasa de mortalidad infantil, la muerte materna indica el nivel de desarrollo social de un país, el nivel de respeto que se tiene por los derechos humanos de las mujeres y la efectividad y calidad del sistema de salud. Por ello aunque relativamente pocas, cada muerte materna cuenta.
Reducir de 248 -que había en 1989- a 62 para el 2015, las muertes maternas por cada 100,000 nacidos vivos, refleja la brecha y desigualdad existente primero en las diferentes áreas geográficas, segundo en las áreas sociales y tercero entre hombres y mujeres de nuestro país.
La salud reproductiva ha sido históricamente un serio problema, sin importar el estrato social y económico. Este afecta a mujeres -en su mayoría- de áreas rurales, con altos índices de pobreza y siendo aún tres veces superior en mujeres indígenas. Las principales causas de defunción materna son: hemorragias, hipertensión, infecciones o aborto. Existe poco alcance en cuanto a la salud reproductiva, estado general del bienestar físico y mental y no únicamente de la ausencia de enfermedades relacionadas al aparato reproductor femenino. Es decir, la salud reproductiva entraña la capacidad de disfrutar de una vida sexual satisfactoria y sin riesgos de procrear, tener la libertad para decidir si hacerlo o no, cuándo y con qué frecuencia. También es necesario el derecho de la mujer de tener acceso a los servicios de atención que propicien los embarazos y partos sin riesgo.
En el año 2012 el 77% de los partos en el área urbana fueron atendidos con personal de asistencia médica y enfermería, mientras que en el área rural fue únicamente el 36.56%. En cuanto a la atención prenatal, es decir cuando la madre está embarazada, los datos demuestran que se cuenta con 93.2% de atención a nivel nacional resaltando que se reporta el acceso a -por lo menos- una cita de control prenatal durante alguno de los tres trimestres del embarazo. Es decir, no se tiene certeza acerca de la calidad del mismo, en cuanto a la sistematicidad o número de controles durante todo el embarazo.
Todo lo anterior presenta un panorama general de la situación. En mayo del reciente año, de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, Guatemala logró reducir la mortalidad materna un 49% ; sin embargo, frente a los avances durante los últimos años, hay otros temas que aún no han logrado controlarse dentro del aspecto de mortalidad materna: desigualdad de oportunidades para hijos y madres con menos escolaridad y nivel socio económico, prevención de embarazos en madres muy jóvenes o edad avanzada, abortos, alta paridad o frecuencia en el embarazo, infecciones de transmisión sexual y el VIH. Hay diferencias considerables en la disponibilidad y la calidad de servicios, sobre todo en un país como el nuestro donde el 71.4% del personal especializado para la atención de la salud reproductiva se encuentra en el departamento de Guatemala, situación que se agrava en la desigualdad de oportunidades para las mujeres del Estado de Guatemala.
Al igual que el resto de los objetivos de desarrollo del milenio, el tiempo para cumplir la meta está por acabar, haciendo un llamado de atención a todos los guatemaltecos y preguntarnos ¿hacia dónde queremos llegar? Para el cumplimiento de estos dos ODM es sumamente importante mejorar las condiciones de las mujeres guatemaltecas desde su estado nutricional, desigualdades étnicas y de género y sobre todo, cumplir con la demanda en servicios de salud adecuados, que permitan a Guatemala avanzar en la disminución de la mortalidad infantil y mejorar la salud materna, dos temas que no podemos pretender que se solucionen de forma individual.